La gente del campo, que cocinaba con leña, como subproducto tenía el rescoldo, brasas y cenizas calientes por un rato largo, pero no podían llevarse a la cama fría.
Lo que hacían y aún es posible si se dan las condiciones, es poner a calentar una teja o ladrillo, algo refractario, lo que fuera. Luego, lo envolvían prudentemente en algún trozo de tela vieja, y ¡voilà! un estupendo calientacamas en invierno.
Cuidado con la temperatura siempre. Si se calentaba demasiado las quemaduras e incendios estaban a un paso.
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